18 abril 2015

De safari por Andújar 2015... ¡en busca del gran felino!

En España hay muchísimos sitios para ver animales: están las aves de Monfragüe, los osos de Asturias, los lobos de la Culebra... y están muy bien, pero hay un lugar que para mí es incomparable: Andújar. 1), porque el paisaje es de los más bonitos de la península, y 2), obviamente, ¡porque hay lince! Y es que el P.N. Sierra de Andújar es uno de los últimos reductos de nuestro querido lince ibérico, y con diferencia el mejor lugar para verlo... así que, ya por 4º año consecutivo, ¡allá que fuimos a probar suerte!

Era el mediodía del 2 de enero cuando llegamos... y el espectáculo estaba servido. La imagen de bienvenida son los ciervos (Cervus elaphus) pastando confiados por las dehesas. A nosotros nos parece idílico y hermoso, pero claro, ya se sabe que aquí bicho que se mueve, bicho que se quiere escopetear. Y es que todos los años, la temporada de caza es el escenario de una masacre: decenas, si no cientos, son tiroteados, a pesar de ser un "parque natural".

Por suerte este magnífico macho ha sobrevivido: pasó a nuestro lado mientras nos acercábamos a las famosas curvas linceras, ¡un animal imponente!

Y más aún en movimiento. Aquí está en todo su esplendor, saltando el lecho seco de un arroyo

No llevábamos ni media hora en el parque y los avistamientos se iban sucediendo. La pareja de águilas reales (Aquila chrysaetos) sobrevolaba el bosque 

¡Y justo después, el águila imperial (Aquila adalberti)! Iba remontando el vuelo, dando unos aleteos potentísimos, y haciendo esa especie de quejido/ladrido que no parece para nada propio de un águila

Llegamos a las curvas y saludamos a los amigos y conocidos que encontramos. Aquello es una peregrinación obligada de los amantes de los animales, ¡y todos acabamos yendo a los mismos sitios! Para mi sorpresa, acababa de verse un lince en celo, maullando por las colinas. "¡Será posible!", pensé. Vamos a haber llegado justo cuando se acaba la fiesta (no sería la primera vez). Pero la suerte estaba de nuestra parte, porque a los cinco minutos...

¡Un impresionante macho de lince (Lynx pardinus) se tumbó al lado de la pista! Y claro, con los nervios no podía casi ni disparar: ¡me temblaban las manos! Todos los presentes estábamos alucinando, pero al lince no le podía importar menos: nos miró con indiferencia, se acomodó... ¡y empezó a lamerse! 

Y eso iba a ser sólo el entrante, porque con el celo, los linces estaban desatados, moviéndose de un lado a otro y maullando con todas sus fuerzas. 

Ya por la tarde, otro precioso lince posó para las cámaras en lo más alto de una roca, permitiendo enmarcarlo en su hábitat. ¡La vista que debía tener desde ahí arriba debe ser impresionante!

Avanza la tarde, y los petirrojos (Erithacus rubecula) revolotean en los arbustos junto a la pista

Los últimos rayos de luz del día iluminan a un elegante ciervo (al que ya se le había caído un cuerno), trotando colina abajo

Y así, con un impresionante sol poniente, terminó nuestro primer día en Andújar... 

El sol no tardaba en ser relevado por la luna llena, y la experiencia de volver conduciendo por esas dehesas, en la oscuridad de la naturaleza, es única

Los siguientes dias fueron un no parar. Todas las mañanas nos acercábamos a los puntos de observación, pero por el camino podíamos disfrutar de encuentros con los hervíboros locales, como los machos de gamo (Dama dama)

Estábamos teniendo mucha suerte con los linces, y aunque varias observaciones fueron lejanas, pudimos verlos moviéndose con toda la tranquilidad en su entorno... incluso un intento de apareamiento, pero la hembra se escondía en los arbustos y todavía no estaba suficientemente en celo

También visitamos otros paisajes, como el abandonado pueblo de la Lancha, donde un hermoso ciervo posó con las colinas al fondo

El río Jándula es el hogar de los cormoranes: ¡y los hay a decenas! Aquí ves uno nada remontando el vuelo a primera hora de la mañana

¡Y es que por las mañanas hacía frío, mucho frío! Pero los linces se iban moviendo más y más...

 Aquí ves un barrido "creativo" (jeje) de un macho bajando por los pedregales, prácticamente de noche. La potencia de esas patas al bajar la ladera me impresionó muchísimo, vaya joya de animal

Pero todavía había un golpe de suerte esperándonos. Era media tarde, y por la mañana no había habido gato, pero la fortuna iba a cambiar de golpe: iba yo bajando por una de las curvas cuando me silbaron y me hicieron señas para ir rápido... con el corazón a 100, llegué a la curva anterior y para mi gran alegría:
¡El lince estaba justo ahí! Era un marco de rocas perfecto, con helechos y una luz dorada. ¡No podría haber sido más bucólico!

Entonces cruzó la verja y empezó a bajar tan tranquilo la pista. ¡Imagina mi sorpresa cuando pasa justo delante de nuestro coche, aparcado apenas un cuarto de hora antes!

Y siguió acercándose... yo me senté para pillarlo más a nivel, y buf, ver a través del visor esa forma moviéndose tan cerca y mirándote: ¡el obturador echaba humo!

Terminó por subirse a la colina y siguió avanzando... no tardamos en perderle de vista tras la loma. Yo ya daba el avistamiento por terminado, claro, pero de todas maneras echamos a andar por la pista, paralelo a por donde se había subido...

Al doblar la curva, vi como la gente que estaba allí también parecían haberlo visto, y cuando ya llevaba medio camino para encontrarme con ellos y comentar la experiencia, me fijo en que estaban como mirando hacia aquí. ¿Será que ha bajado el lince por aquí? Y justo miro a la derecha de la pista, y digo "No. No, no, no. No es posible". Apunto la cámara y veo ésto:

Bum.
Adiós a la tranquilidad. Estaba ahí, a apenas 6 metros. Suena a tópico, lo se, pero de verdad pensé que estaba en un sueño. Tantas veces imaginando tener el lince así, ¡y ahora estaba!
El shock fue importante, pero empecé a disparar decenas y decenas de fotos...

 El resto de observadores no tardó en venir a disfrutar del avistamiento, pero en contra de lo que podría parecer, ¡al bicho no le podía importar menos! De hecho aquí los ves bostezando de aburrimiento ante nosotros indecorosamente, jiji. Fíjate, menudos colmillacos, nos recuerda que al fin y al cabo estamos hablando de un gran depredador

 Siguió tumbado un par de minutos que parecieron horas, y entonces se incorporó, nos miró con desgano una última vez y echó a andar, perdiéndose por las colinas...

¡Wow! Yo seguía con los ojos como platos, suspirando y balbuceando del asombro. 
Pero pensé que tal vez, tal vez, su "patrulla" por las colinas le llevara de nuevo cerca de la pista. Así que eché a andar pista arriba... 
Y cuál fue mi sorpresa cuando veo cómo otro pequeño grupo de personas estaban ya asentadas a la espera. "¿Lo habéis visto? ¿Está por aquí?", pregunté nervioso. "Sí, sí, igual pasa por esa colina".
"Uh, con colina te refieres a ésta primera de aquí? ¿La de cerca?". "¡Sí, sí, ésta misma!"
Mmm... vaya... ¡ésto es mejor de lo que esperaba! Si pasara sería brutal, pero ¿pasaría?

"¡Ahí viene!"

"Venga ya. ¡Ésto ya es demasiado!" -Click, click, click, click-
Pero así fue. Como si hubiera estado contratado, cruzó el encuadre en todo su esplendor lincero

Tomó una pequeña pista, bajó al trote y para cuando me quise dar cuenta ya había cruzado la carretera, subido por la colina y desaparecido entre la vegetación

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, llegó el final de nuestra estancia. Fue un atardecer precioso, pero al día siguiente teníamos que volver a casa... aunque teníamos una última mañana para probar suerte...

Encuentros como éstos me hicieron consciente de lo delicado de este animal: un par de mínimas poblaciones no son suficientes, y menos aún ahora que su principal alimento, los conejos, está desapareciendo delante de nuestras narices... este lince que os he enseñado tiene nombre, por lo que nos dijeron se llama Electro y tiene 7 años. Y eso es lo preocupante, que haya tan pocos linces que se les pueda poner nombre.
Aunque, como veréis en la siguiente entrada, ¡todavía hay esperanza!

02 abril 2015

2014: Un año para el recuerdo...

Como ya habéis visto, en agosto de 2014 hicimos el viaje a Botswana (ver entradas anteriores), pero desde entonces no he estado parado en absoluto. ¡Han sido unos meses tremendos! Y he aquí una pequeña muestra:

El mejor lugar para ver animales es seguramente el PN de Monfragüe, en Cáceres. Aquí ves a una cierva (Cervus elaphus) al atardecer en una escena idílica. Como bien sabes, si fueras un cazador, podrías descerrajarle cuatro tiros a esta cierva y acabar con su vida. Por diversión. ¿Demencial, a qué sí? No para estos desalmados. Ayúdanos firmando esta petición: https://www.change.org/p/prohibicion-de-la-caza-en-espa%C3%B1a

El castillo de Monfragüe es como una gran sala de cine, en la cual te sientas tan feliz y ves a las decenas de buitres leonados (Gyps fulvus) volando a tu nivel. ¡Fotográficamente, es una maravilla!

El buitre negro (Aegypius monachus) también sobrevuela la dehesa, y el castillo ofrece un punto de vista único

Una nueva sorpresa en Monfragüe: ¡un zorrito (Vulpes vulpes) al atardecer! Pero tenía "truco"... había un grupo de personas echándole comida para que se acercara...

...y por supuesto, ésto supone un dilema ético. No cabe duda que es desagradable ver un pobre zorro salvaje comiendo mortadela. Es también desagradable ver cómo la gente le echaba la comida, lo miraban un rato y se iban satisfechos una vez habían hecho las fotos, sin ninguna curiosidad. 
Pero un comportamiento extraño estaba teniendo lugar: una vez se fue la gente, el zorro cogía un bocado de comida y se lo llevaba. Al minuto, volvía, cogía más y se iba. Y así una y otra vez. ¿Qué estaba haciendo?

¡Estaba enterrándola para el futuro! El zorro nos estaba demostrando que seguía siendo un animal salvaje. En Monfragüe no siempre hay gente dando comida ni mucho menos, por lo que este zorro lo ve como una oportunidad más, y se guardaba comida para cuando no hubiera nadie. La inmensa mayoría de su dieta es la del resto de zorros, y era él quien tenía el control de la situación, no al revés. Por lo tanto, creo que alimentar a estos animales puede ser a veces peligroso para ellos y desde luego de muy mal gusto, ¡pero nada comparable con la caza!

Una de las presas naturales del zorro, el conejo (Oryctolagus cuniculus), me dejó acercar mucho en la Casa de Campo

Otro de los grandes parques nacionales es el de Daimiel, y allí fui con mi buen amigo Rafa. Fue un dia invernal magnífico, y pudimos fotografiar un montón de aves como este flamenco (Phoenicopterus ruber) en la cercana laguna de Navaseca

También allí vimos al tímido y cada vez más escaso escribano palustre (Emberiza schoeniclus), con un color que le viene que ni pintado para ese carrizal

Navaseca es famosa por sus calamones (Porphyrio porphyrio) y no decepcionó

En el centro de interpretación del parque había una laguna cercada donde tenían algunas aves "en proceso de aclimatación". Me imagino que sería para liberarlos después, o eso espero. Desde luego ver a los patos como este tarro blanco (Tadorna tadorna) a esa distancia fue genial

También había porrones moñudos (Aythya fuligula), sin duda una de las aves acuáticas más hermosas

Y hasta porrones pardos (Aythya niroca). En Navaseca pudimos observar un par de ellos salvajes, aunque claro, en la otra punta de la laguna, para no perder la costumbre

Esta bonita focha (Fulica atra) sí que es salvaje (y tanto, qué tímida era), y pude pillarla escondido entre los carrizos de un sitio muy especial: el Soto de las Juntas, en el Parque del Sureste de Madrid

¿Y cómo no va a haber fochas en un sitio así? Aquí ves una muestra del paisaje de la laguna del Soto, uno de los mejores lugares de Madrid para la fotografía de fauna

Los somormujos (Podiceps cristatus) necesitan darse un buen remojón de vez en cuando. A éste lo pillé con mi gran amigo Roberto mientras esperábamos al martín pescador. Por supuesto, fotografiamos de todo... ¡menos al martín!

Los porrones europeos (Aythya ferina) pasan todo el año por la laguna. Nunca es fácil pillarlos de cerca, pero cuando lo consigues te das cuenta de lo bonitos que son

Uno de mis bichos preferidos: el zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis) en plumaje nupcial. Un animal alienígena, directamente, fijaros qué ojo, qué plumas... lo tiene todo

El Soto es un lugar mágico gracias a sus abundantes calamones. Este magnífico animal estuvo a punto de desparecer de gran parte de la península hace unas décadas, y hoy podemos disfrutar de ellos al lado de la ciudad de Madrid

Está siendo el año de los calamones. Aquí ves a uno completamente a ras de agua, siempre es un reto conseguir estos ángulos pero el resultado es mucho más agradable

También crían allí las aguerridas cigüeñas. En el Metro de Rivas Vaciamadrid tienen los nidos en las torres del andén, y claro, aquello es un show. Más de un tren habré dejado pasar con tal de seguir sacando fotos de éstas maravillas

Pudimos disfrutar de la presencia de dos perdices rojas (Alectoris rufa) en una mañana nublada de invierno

No hay mejor sitio para fotografiar las urracas (Pica pica) que mi zona de campeo habitual, ¡la Casa de Campo! 

Y es que este sitio me tiene alucinado. Éste ha sido el invierno de las abubillas (Upupa epops)

Las abubillas por defecto son estivales, pero sorprendentemente algunas se han quedado a pasar el invierno. ¡Y vaya oportunidades fotográficas me han dado! A ver si termino un "documental" que estoy preparando y puedo enseñároslas en todo su esplendor
(Nota: ¡ya he terminado el documental! Podéis ver la primera parte en youtube aquí)

Los pequeños pajarillos habitan cada rincón de la Casa de Campo. ¡Pillar al herrerillo (Parus caeruleus) en pleno vuelo no fue fácil!

Pero la estrella de los pajarines tiene que ser el trepador azul (Sitta europaea)

Fieros como ellos solos, no toleran que ningún otro ave les intente quitar la comida. ¡Cómo chillan!

Un charquito de lluvia me permitió hacer esta curiosa imagen con el reflejo del tronquito.

Y quiero despedir esta entrada con la absoluta joya del arroyo: ¡el martín pescador (Alcedo atthis)!
Y es que esta siendo una primavera apoteósica en cuanto a martines se refiere, jejeje. ¡Cómo me lo estoy pasando!

En breve pondré una monográfica de los martines de la Casa de Campo, y es que dan para escribir un libro... ¡o más bien varios!