22 septiembre 2015

Conduciendo entre mopanes...

Decir que el safari empezó bien es decir poco... era todavía pronto por la mañana cuando salimos del hotel de Maun en dirección al delta - ¡a la mítica reserva de Moremi! Pero antes de llegar, nos esperaba un enorme bosque de árboles mopane (Colophospermum mopane) en el que no paramos de ver bichos: en esta primera entrada os enseñaré la cantidad de aves que se pueden ver antes incluso de entrar a la reserva, pero en las siguientes haré entradas específicas para los avistamientos más especiales... en cualquier caso, ¡a Moremi que salimos!

La infinita pista norte que sale de Maun... aquí ves a otro coche levantando las habituales polvaredas de estas arenas del Kalahari ¡que se meten hasta las entrañas de las cámaras!

Aunque legalmente no sea reserva, estos bosques de mopane sin fin son el hogar de muchas aves, sobre todo rapaces... y la primera en visitarnos fue una vieja conocida:
¡La culebrera sombría (Circaetus cinereus)! Al pasar con el coche, despegó de un árbol a la orilla de la carretera, haciendo un impresionante vuelo de remonte que la acercaba hacia nosotros más y más...

...¡y más! Llegó a pasarnos realmente cerca... y desde luego es un bicho que impresiona: nada menos que la culebrera más grande del mundo

Pero de repente, otra silueta nos sobrevuela: parece tratarse sólo de 2 alas, sin cabeza ni cola... es por supuesto, el águila volatinera (Terathopius eucaudatus). Capaz de increíbles piruetas, la volatinera es una rapaz como ninguna otra, inspirando a los antiguos de la famosa ciudad en ruinas del gran Zimbabue para que esculpiesen el célebre "Pájaro de Zimbabue"

¿Y qué vista tendrán las grandes planeadoras desde los cielos de Moremi? Nada menos que ésta:
Kilómetros y kilómetros y más kilómetros de bushveld intacto, el 99% libre de ningún tipo de presencia humana... ¡debe ser realmente hermoso ser un águila volatinera y contemplar a diario este panorama sobrecogedor!

Si el de las rapaces es un mundo de siluetas en las alturas, éste es un mundo misterioso, de camuflaje y discreción: el mundo de los animales que viven 100% a ras de suelo. El francolín crestado (Dendroperdix sephaena) es un prodigio cuyo plumaje está evolucionado para camuflarlo a la perfeccón en estas hojarascas secas...

También a ras de suelo viven las famosas gallinas de Guinea (Numida meleagris)... del tamaño de una gallina doméstica, estos extravagantes habitantes de la sabana tienen un plumaje hipnótico - fíjate en el reencuadre cómo se distribuyen los patrones de puntos. ¡Aunque a primera vista parece que son solamente manchas blancas sobre una base negra, la complejidad es mucho mayor!

Viven en grandes grupos que se mueven juntos por el bosque correteando en busca de comida: no les pasa nada desapercibido, y nos ayudan mucho a la hora de descubrir a los grandes depredadores- son la alarma de seguridad de la sabana, ¡en cuanto ven algo sospechoso chillan tanto que ya sabes que tienes que buscar por ahí!

En los suelos de los alrededores de Moremi nunca faltan las pequeñas tórtolas del Cabo (Streptopelia capicola)... es posiblemente el ave más común de Botswana, y a nadie le pasa inadvertido su canto, un conocido arrullo que allí se suele interpretar como que quiere decir "woork haaarderrrr, work haaaardeerrr!!"... o sea, "trabaja máas, trabaja máass!!"  

Pero cuando hablamos de aves comunes de la sabana, hay un indiscutible ganador en cuanto a personalidad y encanto: ¡el cálao! Los cálaos de pico rojo (Tockus erythrorhynchus) son parientes de nuestras abubillas, y de un tamaño superior a una urraca. ¡Ir conduciendo por esas pistas y ver los cálaos salir volando de la pista a ambos lados del coche es la mejor señal de bienvenida a Moremi!

Habíamos parado a comer en la Puerta Sur de Moremi, Maqwee, y bajamos del coche antes de hacer el papeleo para entrar a la reserva. Entre la densa hojarasca, me fijé en un pequeño pajarín que saltaba escondiéndose por los árboles: ¿qué sería? Resultó ser una chagra listada (Tchagra jamesi). Parecía haber visto algo... y de un salto...

...¡zas! Cogió una rica oruga y se la merendó con todo gusto...

De repente, entre los troncos caídos aparece una extraña forma blanca - el babbler pío (Turdoides bicolor), una de las aves más inteligentes del bosque: resulta que tienen unas estructuras sociales tan elaboradas que existe un proyecto entero de estudio dedicado a ellos, una labor realmente admirable: el Pied Babbler Research Project.

Justo acabamos de pasar la puerta de entrada cuando aparece una vieja conocida: la más bella de las aves... ¡la carraca de pecho lila (Coracias caudata)! Y como para darnos la bienvenida, se dejó caer de su rama hacia nosotros, permitiéndome empezar el safari de la mejor manera posible: ¡con una foto en vuelo del diamante volador, la carraca!

Seguimos conduciendo y el paisaje iba cambiando poco a poco... cada vez los árboles estaban menos cerrados y más verdes...
¡Fíjate qué maravilla de escenario! Pero no sólo por la vegetación: este claro en el bosque es el hogar de una de las más temibles aves de la sabana - se ve muy pequeñito, ¿lo encuentras? 
Una pista: fíjate en las ramas centrales del árbol verde oscuro del medio
¿Encuentras una pequeña sombra vertical? Resulta que no es otra cosa que...

... ¡el búho de Verraux (Bubo lacteus)! El mayor de los búhos africanos es un auténtico gigante, que no dudaría en cazar cualquiera de las camufladas aves que habíamos visto hasta ahora. Son capaces de atrapar incluso grullas y garzas. Pero eso tendrá que esperar a la noche... ahora lo único que le interesa al búho es saber qué querrá ese extraño coche que acaba de parar - ¡y si puede volver a dormirse!

Dejamos al búho y seguimos avanzando, pero cada vez vamos notando más y más verdor en la vegetación... tanto que vemos cálaos cogiendo pequeños frutos verdes: ¡nos tenemos que estar acercando al agua!

Y es que estamos a punto de llegar nada menos que al...
...¡delta del Okavango!
Atrás quedaron los infinitos bosques de mopane, ahora la arena se inunda con las aguas del Okavango: ¡y forma un paraíso único en el mundo!


Si en los cerrados bosques viven multitud de aves, ¡aquí la diversidad es infinita! Y los avistamientos no se iban hacer esperar... pero será en la siguiente entrada: continuará...

09 septiembre 2015

Piña y plumas: ¡las aves del comedero de Botswana!

Está amaneciendo en los jardines de un pequeño hotel en Maun, Botswana. Atraídos a las orillas del río Thamalakane (un canal del Okavango), muchos pajarillos visitan el jardín. Y es que el hotel tiene colocados unos rudimentarios comederos en los que colocan pan y fruta para las aves residentes... ¡visitarlo no tiene precio!

El cielo se enciende de rosas y morados, y el rio se llena de sonidos y cantos mientras empieza a desenvolverse el drama diario del Okavango

La naturaleza invade todos los rincones: el gran francolín de pico rojo (Francolinus adspersus) pasea por la hierba... ¿bajo la lluvia? ¡eso parece! Pero en realidad era el riego automático del jardín, jejeje, aunque cuando veo la foto prefiero pensar que es un chaparrón tropical

Ha entrado ya la mañana, y hoy han tardado más de lo habitual en poner comida en los comederos... así que los pajarillos deambulan por los jardines. Tumbarse a ras de suelo es la mejor manera de fotografiar a las confiadas tórtolas ojirrojas (Streptopelia semitorquata)

Entre los arbustos se mueven toda clase de pajaritos, normalmente ocultos entre las hojas, como el tejedor enmascarado (Ploceus velatus)

De repente, algo capta la atención de la tórtola: ¡están poniendo comida en el comedero! Pero todavía no ha bajado ningún pájaro, y se miran con expectación - ¿quién será el primero en atreverse?


¿quién será? El tejedor dorado (Ploceus xanthops) evalúa la situación... parece que hay una tórtola a punto de lanzarse: ¿llegará a hacerlo?

¡Así es! Una tórtola reidora (Spilopelia senegalensis) alza el vuelo y baja al comedero, mientras el tejedor dorado vigila desde la rama...

No es la única tórtola en venir: la tórtola plañidera (Streptopelia decipiens) se llama así, "mourning dove", por sus quejumbrosos lamentos emitidos muchas veces de noche. Su otro nombre hace referencia al latín decipiens: ¡la tórtola engañosa! Y es que es tan parecida a las demás que es fácil confundirla (la podrás distinguir por su cabeza grisácea/azulada)

..."si ya han bajado las tórtolas, no habrá mucho peligro, ¿no? ¿por qué no yo también?"

¡Y allá que va el tejedor!
Para mí, estas aves en vuelo son más que unas simples fotos: ¡son un pequeño triunfo personal! Y es que estos pequeños pajarines vuelan tan rápido que es casi imposible pillarlos "a ojo". ¡Por suerte llevaba práctica de hacer intentos a los herrerillos de casa!

La noticia de que hay comida se extiende por el jardín como la pólvora... en seguida empiezan a aparecer los bulbules de ojo negro (Pycnonotus tricolor)

Pero en Botswana un problema habitual a la hora de hacer fotos de animales ¡es que se te ponga otro animal en el camino! Aquí ves a un tejedor, el red-billed buffalo weaver (Bubalornis niger) pidiéndole paso a la tórtola

Tanto alboroto ha llamado la atención de un extraño habitante de las altas copas de los árboles... ¡el turaco!

Y de repente, desde las ramas empieza a caer una lluvia de turacos grises (Corythaixoides concolor) hacia el comedero

¡Estos gigantescos parientes de los cucos habían traído a toda la familia, pollos incluidos! Se repartían los jugosos taquitos de piña monopolizando por completo el comedero

¡Aquí puedes ver lo confiados y enormes que son los turacos!

Pero la piña no se la iban a quedar toda ellos... el cálao de pico amarillo (Tockus leucomelas), del mismo tamaño, también se acerca a desayunar

Y su pariente el cálao gris (Tockus nasatus) aprovecha las migas de pan que quedan en la mesa. El colorido pico nos indica que es una hembra... y le quedan pocos días de "libertad", porque en seguida tendrá que ir al nido (un hueco en un árbol) a incubar los huevos. Y es que los cálaos tienen un sistema de cría muy peculiar: cuando la hembra entra al nido, se encierra por completo, sellando la entrada y dejando sólo un hueco por el que el macho le traerá la comida a ella y a los pollitos: ¡hasta que sean tan grandes que no quepan y lo deshaga para salir!


Ya se está acabando la fruta, pero la bandada de babblers de obispillo blanco llega justo a tiempo para llevarse un poco de comida... fue en este momento cuando yo salí del entorno del comedero para ir un momento a la habitación a cambiar la batería, y cuando volvía de nuevo...

...¡epaa! Me paré en seco y apunté lentamente con la cámara: justo a 3 metros estaba el petirrojo de ceja blanca (Cossypha heuglini), una de las más tímidas aves de la zona. Por suerte, la confianza que tienen las aves en Botswana (donde hace ya 2 años que se prohibió la caza) permite que puedas hacer fotos como ésta sin espantar al animal

Pero la verdadera sorpresa estaba por venir: llegué al comedero y naturalmente miré en las mesitas, pero solo quedaba un turaco comiendo. Sin darme cuenta de lo que tenía encima, me senté a hacerle algunos retratos. No se cuánto tiempo tardé en levantar la cabeza y ver que, en una rama a 5 metros estaba el pájaro que más ilusión me hacía fotografiar:

¡el barbet! Era un barbet acollarado (Lybius torquatus), un pájaro del tamaño de un estornino europeo, pero con una forma y colores como ningún otro animal

Y es que para mí es sin duda el más impresionante de los pájaros que habitan esta orilla del río Thamalakane. El pico tiene unas muescas a modo de dientes, y el plumaje es tan contrastado que parece pintado con plastidecores. Y resulta que los parientes más cercanos del barbet ¡no son otros que los tucanes! Tanto que se les incluye en la misma familia, Ramphastidae


Es de los más tímidos, pero ese día estaba colaborador: ¡de un salto, bajó al comedero y se posó a 3 metros de mí! Ya te puedes imaginar que yo estaba conteniendo la respiración, no me atrevía ni a quitar el ojo del visor y movía el objetivo para seguirlo con verdadero miedo de que lo espantase...


Pero para mi sorpresa, se acomodó y estuvo casi 2 minutos dándome un verdadero recital de poses, con distintas luces, distancias y fondos. Y, aunque puede que no sea el más "bonito" de los pajarillos, desde luego es de los más expresivos: en algunas fotos parece inquisitivo, en otras enfadado, en otras curioso... pero desde luego en ninguna te deja indiferente


Y con esta foto de carnet del simpático barbet, recogí los trastos y me dirigí a la entrada del hotel, donde estaba ya el coche listo para arrancar. Y es que esa mañana iba a comenzar nuestro safari propiamente dicho: íbamos a salir hacia la mítica reserva de Moremi, en pleno delta del Okavango...

...¡pero eso ya será objeto de la siguiente entrada! Continuará...

02 septiembre 2015

¡De vuelta en Botswana!

Era la mañana del 5 de agosto, ¡y yo estaba hecho un hatajo de nervios! Y es que estaba en un pequeño avión sobrevolando el desierto del Kalahari en dirección a Maun, una hermosa ciudad en el norte de Botswana... y era además la ciudad desde la cual iba a comenzar un safari de 10 dias ¡que resultarían ser de los mejores 10 dias de mi vida! 

Entre las infinitas arenas del Kalahari comencé a ver los primeros rios y meandros: estábamos entrando al delta del Okavango, y no tardaron en verse los primeros edificios... ¡ya habíamos llegado a Maun!


Acababa de aterrizar el avión y yo ya miraba los árboles del aeropuerto en busca de los primeros pajarillos del viaje... por suerte, íbamos a dejar las maletas al hotel y a encontrarnos con los amigos de la Elephant Trails Safari Co. Yo me frotaba las manos porque imaginaba que el hotel iba a ser un hervidero de animales.
¡Estaba en África y estaba donde tantas veces había soñado volver!

¡No me equivocaba, aquello era un festín de bichos! El primero en salir a recibirme fue el sagaz cálao gris (Tockus nasatus), acompañado de todo tipo de pájaros, ardillas, mangostas... a lo largo de estas entradas me centraré en enseñaros las aves de Botswana porque son de lo más desconocido de la fauna africana. ¡Pero si vas de safari a Botswana, "expect the unexpected": lo único que puedes esperar es lo inesperado!

Iba paseando por los jardines cuando me fijé que alguien me miraba desde una rama: era el drongo de cola ahorquillada (Dicrurus adsimillis), un pequeño pájaro que es mucho más de lo que aparenta... 

...y es que detrás de esos ojos rojos se esconde una inteligencia sin igual. El drongo es famoso por hacer de vigía para los suricatas en el Kalahari. ¡Pero no siempre es honesto! Cuando el hambre aprieta, espera a que los suricatas hayan cazado algún insecto y entonces imita el grito de un águila para que éstos huyan dejando atrás el insecto y comérselo él. ¡Pero cuando ésto falla, lo que hace es imitar el grito de alarma de los propios suricatas! Con eso, todos los suricatas huyen a esconderse y él se lleva el insecto una vez más: ¡no quisiera ser yo un suricata en manos del drongo!

Y además de ser un prodigio de la inteligencia, es un modelo perfecto para fotografía... hay que ver cómo posó éste, a menos de dos metros y con todo el plumaje brillando al sol del atardecer. ¿Qué más se puede pedir?

 Seguía yo dando mi paseo por el jardín cuando escuché el parloteo inconfundible de los babblers. Los babblers (o "parlanchines") son parientes lejanos de los mirlos que tenemos en España, pero mucho más gregarios. Éste en particular es un arrow-marked babbler (Turdoides jardineii), y no posó mucho tiempo: ¡tuvo que echar a volar porque se le escapaba su bandada! 

De repente, me fijé que entre la espesura de un árbol había una extraña masa marrón...
¡Si no lo veo no lo creo! Eran 4 babblers de obispillo blanco (Turdoides hartlaubi) en un aseo mutuo... es un hábito que está descrito, pero yo desde luego nunca lo había visto en esta especie. "¿Aguantarán si me acerco un poco?"

¡Y tanto que aguantaron! Estaban a lo suyo limpiándose las plumas, y puedes apreciar cómo, a pesar de ser los 4 adultos, unos parecen más pequeños que otros solo con encoger o inflar las plumas. El de la derecha enseña claramente el obispillo blanco que le da nombre, pero no estaba muy fotogénico al esconder la cabeza. "Ojalá se girara y tuviera la foto de los 4 mirando", pensé

Y de repente se giró enseñando su ojo rojo y desplegó la cola, cerrando así un hermoso encuadre justo antes de "disolver la reunión" y despegar para seguir buscando comida... hasta la próxima sesión de desparasitamiento.

Lo bueno de este hotel es que está justo en frente del rio Thamalakane, uno de los muchos canales en los que se divide el Okavango. Y pasear por la orilla es una auténtica delicia: los tejedores dorados de Holub (Ploceus xanthops) son como faroles amarillos entre el verde de la densa vegetación

En la orilla se forma una pequeña llanura donde los estorninos del Cabo (Lamprotornis nitens) bajan a comer, enseñando su plumaje reflectante y su ojo naranja

Pero en la llanura se acaba de posar otro vecino del río... éstos impresionantes colores pertenecen a la avefría herrera (Vanellus armatus). Estas aguerridas aves son realmente fieras y atacan a todo lo que ven cerca de su territorio (desde halcones hasta todoterrenos, como pudimos comprobar). En cuanto la vi aterrizar me tumbé para pillarla a ras de suelo...

La luz era ideal y sus colores contrastaban de maravilla... ¡pero ella tenía otras intenciones! Se emepeñaba en picotear el suelo sin mirar a cámara. Pero por suerte se iba acercando paso a paso hacia mí...

Y cuando estaba a apenas 6 metros, se paró, levantó la cabeza ¡y me ofreció una sesión fotográfica totalmente inesperada! Eso es lo verdaderamente bello de visitar África: los animales te ven, saben que estas ahì... y les da igual. Aquí en España para hacer una foto así a un avefría tendrías que pasar horas y horas en un hide y confiar en que la avefría ni sospechara que estás ahí...

Pero el Thamalakane también es el hogar de imponentes depredadores: el grito inolvidable del pigargo vocinglero (Haliaeetus vocifer) te recuerda que estás de vuelta en el Delta... y que tienes que mirar alrededor en busca de la más hermosa de las águilas. Cuando ésta nos sobrevoló elegantemente no te dabas cuenta hasta que levantaba alas de que...

...¡acababa de pescar una perca y la llevaba todavía goteando!
En el Okavango, no hay un momento de descanso

 Va cayendo la tarde en este pequeño rincón del Thamalakane, y después de hacer una breve pausa para tomar una coca cola en el bar del hotel, allá que volví a ver quién se acercaba al río al atardecer

Las jacanas (Actophilornis africana) dan vida a todos los ríos, lagunas y arroyos del Okavango. Sorprendentemente, en la época de cría es la hembra la que dispone de un harén de machos, y una vez ha puesto los huevos, es el macho el que se encarga de criar a los pollitos. 

Y con las últimas luces del dia, apareció caminando por la orilla el precioso ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus). Hace miles de años, los egipcios ya se dieron cuenta de lo peculiar de este animal ¡y lo veneraban como mensajero de los dioses! De ahí que Toth, el dios de la sabiduría, se representa como un hombre con la cabeza de un ibis 

 Y para mi agrado, el ibis se paseó delante de mi objetivo para ofrecerme el final perfecto de un dia perfecto.

¡Y el viaje acababa de comenzar! Por suerte, en estos jardines habitan muchas más especies de aves, especies tímidas que suelen escapar a la vista según paseas. Hace falta algo más para fotografiarlas, pero por suerte este hotel de Maun está bien preparado... ¡el desenlace en la parte II de esta entrada!