07 abril 2016

Una día de aves... y elefantes

Imagina una tarde dedicada a fotografiar elefantes... imagina ahora una tarde dedicada a fotografiar aves africanas... ¿cuál elegirías? ¡Mm, difícil! Por suerte, en el río Khwai (donde todavía nos quedaba una última tarde de safari) no tienes que escoger- ¡las aves y los elefantes nunca andan muy lejos!



Inmóvil entre el carrizo, la garcilla cangrejera (Ardeola ralloides) se camufla a la perfección... ¡hasta que despega y revela su níveo blanco en las alas!

Es mediodía, y el calor aprieta... incluso los más grandes de la sabana tienen que acercarse a saciar la sed en las frescas aguas del Khwai. 

Pero mientras el elefante está bebiendo, una silueta blanca y negra desciende a toda velocidad entre los árboles... solo que no es ni mucho menos blanca y negra: desde el rojizo de la base del ala hasta los reflejos verdes iridiscentes - ¡pasando por el rosa del pico y el ámbar del ojo! - el ganso del Nilo (Alopochen aegyptiacus) es una paleta de colores voladora. Congelarlo en pleno aterrizaje fue toda una satisfacción: "¡el logro del día!", pensaba yo...

...¡pero me equivocaba! Y es que apenas 10 minutos después de haber fotografiado al ganso, paramos delante de este ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus). A pesar de lo icónico (y hermoso) de este animal, tampoco era la situación fotográfica ideal. Estaba muy cerca, eso sí, a unos 8 metros del coche, pero por alguna razón yo no había puesto el zoom a tope. Algún movimiento debió mosquearle, porque empezó a recolocarse... "¡Va a despegar!"

Click, click, click...
¡Bum! Tres disparos... ¡no me dio tiempo a más! En una fracción de segundo, el ibis ya estaba sobrevolando el río buscando alguna orilla más tranquila... ¿y la foto? "¿habrá quedado algo?" Cuando revisé el visor, no pude contener un "¡Toooma ya!": ¡ese poco zoom me había salvado! Es tanta la superficie que aumentan estas aves en vuelo que unos pocos aumentos más y habrían quedado las alas o las patas cortadas. Desde luego, ese dia la suerte de Khwai me sonrió.

Lo bueno de Botswana es que no te da un momento de pausa. Todavía estaba revisando una y otra vez la foto del ibis cuando observamos, más que un pájaro con cola, una cola con un pájaro encima: era, por supuesto, mi querido alcaudón pío (Urolestes melanoleucos).

Pero no todas las aves de Khwai son tan pequeñas. Dos sombras se proyectaban sobre el suelo, y cuando miramos hacia arriba, no una sino dos perdiceras africanas (Aquila spilogaster) se remontaban bajo el sol del mediodía.

Poco a poco iba cayendo la tarde, y al girar una curva en la pista nos encontramos con esta majestuosa postal: 
...dos machos de elefante recorrían un pequeño claro en el bosque de ribera... no hay nada comparable a observar dos elefantes salvajes en un lugar así: la calma que transmiten choca con el brutal poder de semejantes gigantes, que de hecho son responsables de la gran mayoría de los árboles caídos. ¡Inspirador!

Y como no podía ser de otra manera, las aves nunca andan muy lejos de los elefantes: este reluciente estornino de Burchell (Lamprotornis australis) se acercaba a nuestro todoterreno a investigarnos mientras observábamos los elefantes. Para descubrir todas las curiosidades de estas brillantes criaturas, visita la entrada: estorninos de Africa: ¿color o luz?

Empezaba a atardecer: la mágica hora en que los elefantes salen del bosque... ¡hacia el río!
Escena prehistórica donde las haya... un lugar donde todo es natural, inalterado: ese bosque continúa durante kilómetros infinitos, misteriosos y desconocidos. Igual que el agua de la que bebe el elefante, proveniente del magnífico Okavango, que nace a más de un país de distancia, en Angola. Para mí, si algo merece el burdamente sobreutilizado calificativo de paraíso, éste es el lugar.

El sol sigue bajando, pero al elefante le cuesta decidirse a cruzar... un grupo de gallinas de Guinea (Numida meleagris) parece estarle esperando en nuestra orilla del río

Y justo cuando el sol está dando su luz más dorada, el elefante se mete de lleno en el agua y comienza a cruzar el profundo cauce: en el coche se produjo un largo silencio de asombro - nadie nos atrevíamos a decir nada ante semejante momento.

Las gallinas de Guinea seguían a lo suyo, y su gran bandada ya había rodeado por completo nuestro coche... 

Y finalmente, el descomunal elefante alcanzó la orilla, iluminado por los últimos rayos de sol en su ancestral hogar.

Yo pensaba que una vez se había escondido el sol ya quedaba poco por hacer, pero cuando nos quisimos dar cuenta, otro elefante había salido a la orilla, ¡pero esta vez desde nuestro lado del río! Y a diferencia del anterior, éste bajó a beber con la luz detrás...
¡Y la escena era inmejorable! El horizonte apenas duraría unos segundos teñido así, pero me dio el tiempo justo a tumbarme en la fría arena mientras el elefante tomaba sus eternos sorbos de agua. 

A pesar de que al principio estaba super nervioso (¿me quedaría suficiente batería en la cámara? ¿tendría los ajustes adecuados?) la escena era tan relajante que antes de que pudiera darme cuenta, ya me estaba fijando únicamente en el rítmico movimiento de la trompa, en los chirridos de los estorninos y la extraordinaria quietud del aire... 
Y cuando el rojo del horizonte se disipó por completo, el elefante dio media vuelta y, "escoltado" por 3 estorninos volando en formación, se adentró en el misterioso bosque para pasar la noche...


¡La forma perfecta de terminar un dia de aves y elefantes! Acababa el día, pero no nuestro viaje en Botswana: al dia siguiente saldríamos de nuestro querido Khwai para subir a un lugar mítico: la marisma de Savuti. ¡Continuará!