27 noviembre 2016

Los titanes de la montaña


*  *  *

En los peñascos de una larguísima cordillera, al borde de un acantilado de roca, vive una familia como ninguna otra. Éste es el hogar de una manada de cabra montés (Capra pyrenaica) o íbice ibérico. Durante todo el verano machos y hembras han estado separados, pero ahora, con la llegada de las primeras nevadas y heladas, la gran manada se ha juntado de nuevo. ¡Acaba de empezar el mítico celo de la cabra montés!

Entre la oscuridad de las masas de roca, un contorno naranja brilla inmóvil...


Y en el borde de la ladera, un centinela solitario monta guardia.
Observa, escucha, huele, siente. Sabe que ésta es la hora en la que se mueven los escasos lobos que patrullan estas cumbres... pero está todo tranquilo. Parece que hoy sus problemas no vendrán por ahí,..  

... aunque en el frío silencio del valle parece respirarse un aire de conflicto inminente. Las paredes resuenan con el eco de pezuña sobre roca. 

Tensión, energía contenida, expectación...

La luz incide tan baja desde el horizonte que sólo alcanza las crestas de los valles del territorio de las cabras 

El Sol por fin comienza a subir, y empiezan a aparecer hembras y cabritillos de la nada. ¡Toda la manada está despertando!

Esta hora de máxima actividad es ideal para hacer fotos aprovechando las inverosímiles formaciones de las rocas

Pero hoy la gran ocasión fotográfica está en la vertiente Este:
Un increíble manto de niebla cubre la gran llanura hasta el horizonte... en el cambiante mundo de las cabras, no hay dos dias iguales  

¡Movimiento!
Está entrando la mañana y los machos se están cansando de esperar...

 ...y, al borde del abismo, comienzan las miradas. 
Los machos más grandes se evalúan, sopesando... Un suave toque con los cuernos, un amago, una preparación... ¡tiene que pasar algo en cualquier momento!

Pero todo se queda en amago. Los machos se dispersan y masas de nubes bajas empiezan a entrar por el valle y a cubrir el cielo azul...

Pero aquí nadie ha olvidado lo que se está gestando... una tensión de fondo sigue constante.
El cielo se cubre y las nubes se confunden con las cimas nevadas. 

¡Y es que allí arriba, en las cumbres heladas, también hay cabras!

Éste es un lugar extremo, donde la escarcha congela los piornos y los íbices caminan entre "puertas" de enormes rocas 

Y es aquí arriba donde empieza todo: los cuernos son tan potentes que el más suave roce genera ya un importante sonido. Y una vez empiezan los forcejeos, ésto es ya imparable...

Tres pares de cuernos avanzan entre los arbustos, las ramas rompiéndose bajo su paso. Su respiración se acelera a medida que se acerca el inevitable duelo... 

...un salto a la roca, y comienza el torneo. Para golpear con la mayor fuerza, el macho debe ponerse vertical y caer con sus tal vez 80 kilos de peso. ¡Y la escena no podía ser más fotogénica! ¡En el saliente de la colina y con los pinares al fondo, parecía un diorama!

Y cuando son dos los machos que se ponen de pie, la imagen de poderío es imbatible. No me canso de ver la espectacular musculatura del macho de la derecha, la dramática posición de sus pequeñas pero fuertes patas traseras y las delanteras plegadas para el impacto. ¡Un instante inolvidable!

Pero el momento más impactante de la pelea es cuando el macho comienza a caer sobre el otro. La tensión que se respira en estas centésimas de segundo corta la respiración. El macho de abajo abre los ojos al máximo, su corazón latiendo a mil. Debe saber exactamente dónde va a golpear el otro: un mínimo error de cálculo y las consecuencias serán desastrosas  

El estruendo del impacto resuena en la montaña. Es un sonido seco, rápido pero sobrecogedor.
Toda la familia de cabras se acerca al espectáculo. Muchos machos abren rápidamente la boca y la cierran sin emitir ningún sonido, un comportamiento que sólo he visto en momentos de pelea. Durante varios segundos se quedan así, empujando con la cabeza bajada, pero no tardan en embestir de nuevo 

Su cráneo está preparado para resistir estos golpes, pero aun así cada impacto debe ser demoledor. Ojalá pudiéramos saber qué sienten en este instante los gladiadores: ¿miedo? ¿dolor paralizante? ¿pura rabia que les hace perder la sensibilidad? ¿fría concentración?
De lo que no cabe duda es que, tanto para los íbices como para cualquier espectador, el tiempo se para y una neblina de emoción llena la mente: ¡en ese momento, nada más importa! 

A medida que avanza la tarde, incluso los machos más jovencitos se baten en el contagioso duelo. Los últimos rayos iluminan el valle, pero con el atardecer todo se volverá oscuro y lo único que resaltará, brillante, en la cresta de la montaña será...  

...¡el joven macho a punto de impactar con su rival!
No me podía creer la suerte de lo que tenía delante: ¡no podría haber pedido un escenario más glorioso!

Y finalmente, un último topetazo da por cerrado el torneo de hoy. ¿Te has fijado en el "estornudo" que le sale al pobre macho de la fuerza del impacto? 
Puro poderío

Las nubes vuelven a cerrarse y el día termina como comenzó, con las siluetas de la familia de íbices contra un cambiante cielo que enrojece por momentos.

La paz vuelve a la montaña: por hoy, ha terminado el conflicto. Pero la gran batalla por la dominancia en la manada sigue más que abierta. ¡Nadie va a rendirse tan fácil! 
Ahora, solo el viento resuena entre los peñascos en los que duermen los grandes machos. Deben reponer fuerzas, porque en cuanto el Sol salgo por el horizonte, el tiempo volverá a pararse ¡y el sonido de cuernos retumbará de nuevo en la cumbre! 

1 comentario: